PARA LOS NIÑOS DE BIAFRA
Todos los que ya peinamos alguna cana recordamos perfectamente el sonido de aquellas huchas que los niños bien agitaban frenéticamente para provocar el donativo de los viandantes.
Recordamos también las mesas de cuestación que, instaladas en los barrios más selectos de Madrid, concentraban a la flor y nata de aquella sociedad. Curas, falangistas y adineradas señoras luciendo modelos obscenamente caros se afanaban en la recaudación de fondos para los niños de Biafra o para los hambrientos de cualquier otra parte del tercer mundo. Incluso las muchachas más atrevidas regalaban besos (castos, puros y en la mejilla) a aquellos caballeros que se distinguían por lo generoso de su aportación.
Lamentablemente hoy Biafra sigue siendo una de las regiones más pobres del globo donde la gente sigue muriendo de hambre, porque aquel dinero sirvió para comprar alimentos pero no para crear las infraestructuras básicas que posibilitasen su desarrollo.
¿Desarrollo? Un concepto demasiado revolucionario para aquel entonces. Había que socorrer al necesitado pero procurando a su vez que siguiera siendo pobre de solemnidad. Al fin y al cabo en esto se basa el concepto de clase. Tiene que haber arriba y abajo, azules y rojos, poderosos y miserables.
Ahora, muchos años después, el Partido Popular de Seseña, inspirado sin duda en otros tiempos, promueve una campaña de recogida de alimentos para los más necesitados pero se opone sistemáticamente a cualquier política que implique un avance social.
¿Cómo compaginamos su limosna con el desprecio que muestran por el Festival Solidario que todos los años se celebra en Seseña? ¿Y con su explícita oposición a planes de empleo que ya han dado trabajo a más de 130 familias de nuestro pueblo? ¿Y con su negativa a apoyar la construcción de 60 viviendas de protección social?
La igualdad no se consigue con caridad. Se consigue con medidas que favorezcan la formación, el trabajo, el acceso a una vivienda digna, la integración y la prestación de servicios educativos y sanitarios.
Yo no quiero dar de comer al hambriento. Quiero que nos sentemos en la misma mesa.